martes, 8 de abril de 2014

Linchamientos: Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos

ARGENTINA

Linchamientos: Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos

Nota de la Redacción: Nos llegó este artículo firmado asi: Eduardo Galeano (Prensared). Sinceramente no creemos que haya sido escrito por el eximio escritor uruguayo, pero nos parece interesante su contenido, y por eso lo damos a conocer. Si es de Galeano, bien. Si no lo es, también.


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Esto es un ironía, no le va gustar a muchos, pero tengo que vomitar esta bronca que me genera este dejarse llevar como ovejas y es hora de que nos hagamos cargo de “cómo somos”.

Tienen razón: “Los argentinos somos derechos y humanos”.

Atentos a la ley, respetuosos del otro, cristianos, tanto…que hasta tenemos Papa propio.

Jamás nuestra clase media y alta, modelo de perfección social y de caridad, ha cometido delito alguno.

Esa es su autoridad moral. Ser impolutos.No es dable recordar que los gerentes de la Ford, estafaron al Estado en 50 millones de dólares que nunca llegaron, ¡qué va! Fue solo un sueño de este mundo perfecto que siempre hemos tenido.

Acá, la clase alta y media nunca, y léase bien ¡NUNCA! se apartó de la ley.

Los comerciantes, jamás te robaron en el peso y te dieron 960 g en vez de 1k.

Los diarios, jamás te mintieron ni fueron cómplices de delitos mayores.

El banquero, nunca hizo usura ni te cobró 57% de interés por mes.

El abogado, jamás se vendió por monedas a tu enemigo.

El médico, nunca dejó de atender a un pobre “negrito” por no pertenecer a su clase.

El maestro, nunca tomó ventajas de nada, fui del gremio 40 años y todos son blancos como el alba.

El empresario es tan honesto, que jamás mató a nadie por mano propia, jamás evadió impuestos, jamás ganó sumas siderales con aumentos exagerados, jamás te mintió con el marketing, ¡jamás!.

De la Soc. Rural, ¡qué podemos decir! Todos tan de misa y bendiciones, siempre tan generosos y respetuosos de sus peones a los que tienen en casas que cualquiera envidiaría. Ellos, tan patriotas, cumplen con sus impuestos y viven pensando en su país, tanto que se resignan a perder dinero en el mercado interno.

Acá y en el resto de América Latina jamás se abandonó al hambre y la ignorancia, la desesperación y el abuso patronal a generaciones completas. De ninguna manera, si no comen, si no estudian, si no tienen su casita, si no trabajan, es porque no quieren.

Nunca, pero nunca, un plomero, un electricista te cobró 1 m de caño o cable cuando en realidad usó 70 cm. Jamás!.

Ni pensar que un taxista tuviera arreglado el reloj, eso nunca pasó.

¿Periodistas que calienten la cabeza de las masas? ¿Qué es eso? Acá en Argentina todos son Mariano Moreno. ¿Cómo vamos a pensar que INDUCEN a ciertos actos delictivos sobre una población desprevenida?, ¡JAMÁS!.

Ejército, marina, aviación, gendarmería, policía, penitenciarios…son todos soldados de San Martín. Fieles a la escuela sanmartiniana, todos se niegan a las tentaciones, nunca reprimen a su pueblo y mucho menos, matan, roban o desaparecen o torturan a la población.

De políticos, ¡ni hablemos! IMPOLUTOS es poco, ¿quién puede pensar que se quedan por monedas con las tierras públicas o cobran jugosos honorarios por entregarnos de pies y manos.

Y dejé para el final la frutillita del postre, ¡qué decir de la JUSTICIA!, esa de apellidos rimbombantes, tan preocupada por cumplir con la ley siempre! Ellos aferrados al Código la aplican a rajatabla sin miramientos de clase, raza o color.

Somos todos tan respetuosos de la ley que los “golpes de estado” son un cuento y la desaparición de más de UN MILLÓN de personas en toda Latinoamérica (asesinadas seguramente) también. Esto con el aval de la mayoría. ¿Pero qué digo…? ¡Si todo era un cuento! ¡Nunca pasó!.

Nunca pasó porque los argentinos somos derechos y humanos, tenemos una moral tan perfecta que damos discursos sobre ella, vamos a misa, al templo, a la sinagoga, somos caritativos y jamás INDIVIDUALISTAS.

Nunca, jamás, oportunistas, mentirosos, arribistas, ven tajeros, evasores, eso en nosotros no se ve.

En fin TODOS, en Argentina, somos ángeles, los mismos ángeles, que blandiendo la bandera de su autoridad moral, matan a patadas a un pibe de 18 y a coro reafirmamos “hay que matarlos a todos” porque Dios es argentino y a Dios no se le discute.

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ARGENTINA

HABLA LA MADRE DEL JOVEN ASESINADO
POR LINCHAMIENTO EN ROSARIO
"Así era mi hijo"


Lorena: "David era mi compañero, tomábamos mate juntos"

(APL)“Ahora, ya nadie podrá ya devolverme a mi hijo, pero encima pareciera ser que quienes lo mataron no son asesinos… ¿No lo son? Por favor, que esto no ocurra nunca más y que la Justicia esté en manos de quienes deben garantizarla. De mi parte, sólo agradecerle a La Garganta Poderosa por este espacio para limpiar el nombre de mi hijo, y recordarlo. Hijo, te fuiste sin poder disfrutar de tus sueños y proyectos, pero mamá los hará posibles junto a papá y a todos los que te amaron. Te amo, y sé que estás con Dios. Mamá”. Así concluye la carta a su hijo David, la compañera Lorena Torres. Como se sabe, David Moreira fue asesinado por linchamiento, días atrás en Rosario, por unos 50 fascitas que permanecen impunes.

Por Lorena Mónica Torres

Nació el 4 de enero de 1996, en el Hospital Centenario de Rosario. Su abuela, su hermana María y su tío estaban allí, mientras su papá trabajaba para poder sostener a su familia. Era hermoso, de pelito negro y de piel blanquita, un principito según todos. Creció en un hogar humilde, pero a su lado tenía a quienes lo amaban de verdad, como su adorada tía Anabel, que le enseñó a caminar. Era tímido, se ponía colorado y sentía mucha vergüenza cuando alguien le decía lo lindo que era. Muy compañero de todos los chicos a lo largo de su infancia y muy compañero de sus vecinos de Empalme, donde vivía actualmente, dejó amigos por toda la ciudad, que hoy en día van cayendo en mi casa para consolarme, a medida que se van enterando la triste noticia.
Tuvo 3 hermanos más: Micaela, Elías y Tomás. Los adoraba. Los vivía aconsejando, como hacía su papá, qué es vendedor ambulante y a veces no estaba en todo el día, por lo que David era para ellos un segundo papá. Después de dos años, debió abandonar la secundaria, para ayudar con esos hermanos. Y yo me enojé muchísimo con él, pero su decisión era que no les faltara nada. Entonces, empezó a trabajar como albañil y también en una fábrica de calzado con su tío Gastón, a quien quería tanto…
David era mi compañero, tomábamos mate juntos y, salía hasta tarde, me avisaba, o nos llamábamos continuamente. De hecho, ese día fatal estuvo conmigo. Me dio su billetera con lo que había cobrado, y me dijo: “Poné la pava que ya vengo, y si necesitás algo, sacá”.
No llegaba. Salí a esperarlo afuera, pero no estaba. Lo esperé. No me llamaba. No lo podía encontrar por ningún lado, y sus amigos tampoco lo habían visto, porque se habían ido a la cancha a ver a su querido Central. Davido no fue, para no gastar, porque me había ayudado a mí a comprar los útiles para sus hermanos. Y sí, lo terminé encontrando, como N.N.
Jamás imaginé verlo así... Mi marido lo reconoció por un tatuaje que se hizo en el tobillo, cuando cumplió 18 años, con las iniciales de sus hermanos. Y así, se me fue un Ángel de la peor manera, un chico al que le encantaba ayudar a todos, conocidos o no. No sabía decir no y, si veía a alguien sin zapatillas, era capaz de sacarse las suyas para dárselas… Por eso, opté por donar sus órganos: para que siguiera ayudando, a 7 personas de la lista de espera. Pues él lo hubiera querido así.
Se fue mi mano derecha, mi David querido, pero hay muchos David que pueden ser asesinados o maltratados. Y eso no puede ser así de ningún modo, así sean culpables o inocentes del delito que se los esté acusando. ¿O acaso esas personas enfurecidas que lo mataron a golpes y patadas de la peor manera, como si fuese un animal, no son culpables? Ojalá le pidan perdón a Dios y ojalá entiendan que nadie tiene derecho a hacer “justicia” por sus propias manos.
Ahora, ya nadie podrá ya devolverme a mi hijo, pero encima pareciera ser que quienes lo mataron no son asesinos… ¿No lo son? Por favor, que esto no ocurra nunca más y que la Justicia esté en manos de quienes deben garantizarla. De mi parte, sólo agradecerle a La Garganta Poderosa por este espacio para limpiar el nombre de mi hijo, y recordarlo.
Hijo, te fuiste sin poder disfrutar de tus sueños y proyectos, pero mamá los hará posibles junto a papá y a todos los que te amaron.
Te amo, y sé que estás con Dios.

Mamá
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ARGENTINA
Familiares del joven muerto en Rosario:
"Que no lo tengan como delincuente"
29 de Marzo de 2014.



Lo dijo una de las hermanas de David Moreira que murió luego de la feroz paliza que le dió un grupo de personas que lo acusó de un robo. Ayer en Tribunales pidieron que "esa turba de la cara". Los familiares insistieron en pedir "justicia, no venganza".

Dejamos que nos gane la violencia

"Me pidió que ponga la pava para el mate y nunca más volvió", dijo ayer Lorena Torres, desde su dolor como madre de David Moreira, el chico que murió tras agonizar tres días a causa de una brutal golpiza a manos de una turba enardecida, en barrio Azcuénaga. La familia del pibe de 18 años se agolpó ayer frente a los grabadores de la prensa, en Tribunales, para reclamar que "den la cara" las personas que lo molieron a golpes el sábado pasado, en medio de un robo del que aseguran que el chico no participó. "Queremos limpiar el nombre de mi hermano porque nada ni nadie nos va a devolver a David, ni siquiera la Justicia. El no vuelve más, pero queremos que quede claro que era un chico puro. Que la gente no lo tenga como un delincuente, porque él no lo era", dijo María, la hermana mayor del chico de 18 años que murió el martes pasado a causa de serios traumatismos provocados por los golpes y patadas que recibió en barrio Azcuénaga, donde su familia dice que llegó "engañado" por el dueño de la moto, que "escapó con el bolso" de una joven madre. Ayer, mientras la familia reclamaba justicia, se conocieron otro ataques similares. Los padres de David testimoniaron en Fiscalía.

Juan, tío de la víctima, no podía contener el temblor en su mentón mientras intentaba hablar. Los labios se le metían para adentro por tanta indignación. "No podes matar a un chico así, por más delincuente que sea. Acá hay mucho misterio, no sabemos si le hicieron una cama o qué fue lo que pasó, pero sabemos cómo era David", dijo enfurecido; como si tuviera enfrente a quienes le propinaron tal paliza al pibe que terminó muriendo tres días después. "Murió como crucificado", sentenció el hombre.

En la marcha que llegó a las 10.30 a Tribunales provinciales estuvieron también las dos abuelas del chico asesinado. "Ni a un animalito se lo mata como lo mataron a mi nieto, a los golpes. Adonde estaba la policía, no había nadie, y el que lo llevó engañado al lugar después se escapó. Yo le pido a esta gente que si tienen hijos se pongan una mano en el corazón y den al cara porque no pueden matar a una criatura como lo mataron a David", dijo Dora, compungida.

Con un cartel que reclamaba "que el fiscal actúe", María --de ojos verdes, como su abuela materna--, aseguró que "nadie se presentó a hablar por lo que le hicieron a David. Hasta ahora no sabemos nada y pedimos justicia porque lo están presentando como un delincuente y mi hermano fue una víctima de todo esto", aseguró. "Mi mamá todavía tiene la billetera con el sueldo que cobró ese día mi hermano. El trabajaba y ese mismo día estaba por tomar unos mates con mi mamá a quien le pidió que guardara la plata. Mi hermano nunca le tocó nada a nadie, él no tenía necesidad porque con 18 años trabajaba para ayudar a la crianza de mis otros tres hermanitos. David trabajaba por los tres más chiquitos", dijo entre sollozos.

Tanto para María como para el resto de la familia, la suposición de lo que pudo haber pasado es que "el dueño de la moto lo había llevado hasta ahí. El no fue a robar, porque mi hermano no era un delincuente", gritó. Daniel, un vecino de Empalme Graneros, recordó que una chata blanca tipo Fiorino "fue demorada en la seccional 14, porque embistió a David cuando estaba parado en la moto. Queremos saber a título de qué este hombre lo chocó al pibe, porque ahí se cayó y lo atacaron los vecinos de barrio Azcuénaga", lamentó.

Como si lo de David fuera poco, hubo nuevos casos de ataque a presuntos asaltantes. Uno ocurrió en la ciudad de Santa Fe, donde no menos de diez personas hirieron a un chico de 17 años; el otro, fue en la zona norte de Rosario. El golpeado fue un muchacho de 21 años que aparentemente había asaltado a dos mujeres. Anteayer, sucedió algo similar en Echesortu.

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ARGENTINA
HOMO LINCHADORUM
Mucho más pavor me causan las jaurías linchadoras, retrógradas y fascistas, que ser víctima de un delito común

POR GUSTAVO ROBLES

3 de abril 2014


Sinceramente no tengo un buen concepto de la especie humana. Teniendo en cuenta el rol que ha asumido desde su aparición sobre la Tierra, tengo muy en claro que su influencia en el equilibrio de la naturaleza ha sido y sigue siendo, cada vez más, nefasta. El modo de producción capitalista ha exacerbado la capacidad que siempre tuvo de modificar su entorno, a tal punto de estar en condiciones de llevarla hasta su propia destrucción y la del planeta mismo.

Sin embargo, y aunque parezca contradictorio, creo que se pueden abrigar esperanzas en que eso puede cambiar. El ser humano también es capaz de actos de profundo altruismo, de arrojo, de solidaridad, de amor al prójimo y a la naturaleza.

Somos parte del reino animal, pero nos diferenciamos del resto de las especies porque fuimos los únicos que pudimos desarrollar inteligencia y por lo tanto, cultura. No sólo logramos modificar el medio en el que vivimos para nuestro beneficio, sino que creamos reglas de comportamiento entre nosotros que, aunque no lo parezca, y con las contradicciones que ello conlleva, fueron evolucionando desde nuestra etapa salvaje hasta el presente.

Ninguna sociedad avanzada pensaría en el presente que es algo correcto y civilizado el sacrificio humano. Ninguna aprobaría la tortura, la esclavitud, ni algo parecido al Circo Romano, ni “juegos” que signifiquen perder la vida para aquellos que fuesen derrotados.

Sin embargo, hoy, aquí, en este país llamado Argentina, algo está pasando que contradice lo antedicho y la evolución de la especie. Algo que evidentemente se ha estado incubando por años, y que muestra una involución que jamás esperé presenciar.

Alguna vez Bertolt Bretch acuñó aquella impecable frase “No hay peor fascista que un burgués asustado”. Y cuánta razón tenía el camarada. Pero se quedó corto. Vivimos en el sistema que precisamente han modelado los burgueses. Y sus concepciones, su matriz cultural, están desparramadas como consciencia colectiva en el resto de los seres humanos que nos desenvolvemos en la sociedad por ellos forjada. Por lo tanto, culturalmente, todos, de alguna manera, reproducimos sus ambiciones… y sus temores. La propiedad privada condiciona todas las relaciones humanas, está por encima de todo lo demás. Hoy, en estas tierras, las personas son lobos de personas. Ver hordas de gente “honesta” actuar como jauría enfurecida sobre la humanidad de otro individuo de su misma especie, por considerarlo un delincuente, sin ningún proceso “civilizado” ni derecho a defensa alguna, es el peor retroceso en la consciencia que he visto en mis años de vida. Sujetos que se quejan de la “inseguridad”, pero cometen el acto que más viola la seguridad civilizatoria, que es moler y hasta matar a golpes a un ser humano sólo porque “alguien dijo” que había cometido un delito, porque ese alguien o un conjunto de “alguienes” se toma la atribución de ser la “patota aleccionadora”. Entonces, cuando un grupo le pega a un individuo, cualquiera puede meterse, sin preguntar por qué, a ser parte de la obra de terror del linchamiento. Salvajismo puro, ni siquiera llegan a bárbaros.

¿Con qué autoridad ética pueden esos individuos reclamar y exigir leyes “civilizadas” para aleccionar a la delincuencia, si ellos no son civilizados y están delinquiendo?

Y me pregunto:

- ¿Cuántos de esos “justicieros” de pacotilla son los que se quejan de los piquetes de los hambreados del sistema, y esgrimen como “excusa” eso de que no se puede coartar el “derecho a transitar”, poniéndolo por encima del de alimentarse… ¡cuando ellos ponen a la propiedad privada por encima de la vida humana!
- ¿Cuántos de esos linchadores de supuestos o efectivos ladrones, compran bienes robados para satisfacer sus egoístas ambiciones y necesidades?
- ¿Cuántos se quejan de los violentos barras bravas que asolan el mundo del fútbol?
- ¿Cuántos de ellos pagan coimas, cobran coimas, manipulan el valor de sus propiedades, falsean lo que ganan, negrean, explotan?
- ¿Cuántos venden a sus compañeros de trabajo para obtener beneficios?
- ¿Cuántos simplemente se callan la boca, miran para otro lado o no tienen los cojones o los ovarios suficientes para enfrentar a los ladrones de guante blanco?
- ¿Dónde están las hordas ajusticiadoras de todos aquellos “señores” que vestidos de traje y corbata, detrás de costosos escritorios ubicados en aún más costosas oficinas, representando los intereses de grandes empresas se han llevado y se llevan todo lo nuestro, robándonos día a día?

La actitud de las hordas linchadoras reproduce y multiplica absolutamente la reacción del burgués asustado… por miles. Es fascismo y barbarie en su más puro estado. Son responsables los que han dirigido esta sociedad durante décadas, aportando a las concepciones individualistas y egoístas que sostienen y fomentan al modo de producción capitalista, en contraposición con la necesaria e imprescindible fraternidad humana. Cabeza de playa fundamental fue la Dictadura Genocida, cuyos efectos sociales aún se hacen sentir, evidentemente. Desde entonces, ha emergido en ocasiones o se ha mantenido latente el gen fascista. Este gobierno no es menos responsable que los anteriores en la creación de esa “consciencia” degradante: ¿qué puede esperarse de una sociedad a la que incitan al consumismo, al mismo tiempo que millones quedan fuera de la posibilidad de consumir? ¿qué, de los que ven desde la miseria cómo se enriquecen aquellos que los condenan a ella? ¿qué, de los que saben de la impunidad de los de “arriba”?

No vi a los linchadores de ladrones de carteras salir en manada a ajusticiar a los que les están pagando a Repsol la monumental cifra de 5000 millones de dólares más intereses por habernos vaciado de petróleo. No los ví tampoco asumir el papel de “héroes” contra los que están pagando una deuda que no debemos al sistema financiero imperialista que nos la provocó. No los veo ir a las oficinas de las 380 empresas extranjeras que más facturan y que más riqueza se llevan de nuestro país. No los veo defendiendo a los pueblos originarios cuando son corridos a tiros de sus tierras ancestrales. No los veo codo a codo con los ambientalistas que tratan de impedir la degradación de nuestro medioambiente por parte de corporaciones multinacionales.

No los veo actuar en jauría contra los ladrones “de arriba”, esos que modelan esta sociedad que genera los marginados de abajo.

Creo que aquellos que delinquen deben pagar sus delitos. Pero quiero que paguen todos los delincuentes, y que su condena tenga que ver con la proporción de sus faltas. No me cabe duda que el ladrón de gallinas paga por lo que no lo hacen empresarios y funcionarios que nos roban todos los días y causan las inequidades que vivimos. Eso hay que cambiarlo. Pero hay que cambiarlo dentro de un marco civilizatorio de respeto al ser humano, a la especie humana, porque eso es en esencia lo que nos diferencia de los animales. Es evidente que el modo de producción capitalista nos lleva en camino contrario. A este nivel de degradación nos ha llevado el “capitalismo serio” también: diez años de kirchnerismo no han cambiado esa nefasta direccionalidad de la consciencia; muy por el contrario, la ha profundizado.

Alguna vez Rosa Luxemburgo acuñó la expresión luego inmortalizada: “Socialismo o Barbarie”. A la vista de los acontecimientos, está más vigente que nunca.
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ARGENTINA
Linchamientos
Yo también fui

03 de Abril de 2014

El autor reflexiona sobre los linchamientos a supuestos delincuentes ocurridos en estos días en diferentes ciudades argentinas. "La convalidación del odio y del castigo indebido fluye naturalmente entre millones sin necesidad de andar prendiendo hogueras ni corriendo a los presuntos criminales machete en mano".



Por Fernando Torrillate

Entre las condiciones que hicieron posible a los represores perseguir, secuestrar, encerrar, torturar y asesinar a miles de personas en la segunda mitad de los ’70 y parte de los ‘80, una muy seria es la que atañe a la propia sociedad, más específicamente a la suma diversa y plural de hombres y mujeres sin pertenencia formal a ninguna organización ni corporación poderosa. El silencio de una inmensa mayoría, con honrosas excepciones que no es necesario reiterar aquí, fue una condición facilitadora de la masacre sistemática. Esa corresponsabilidad con el horror se agrava aún más al negarnos a repasar nuestro rol en aquellos años.

El asunto tiene sus explicaciones. Asumir que a uno le cabe algún grado de responsabilidad indirecta en la apropiación de bebés, la aplicación de tortura o el asesinato de personas, tiene un costo subjetivo demasiado grande. Como la cuestión nos roza de una u otra forma, solemos validar el argumento de que en esa época no te enterabas de nada, como si los allanamientos, las razias o los fusilamientos hubieran tenido lugar en un inframundo inaccesible desde nuestras casas y nuestros barrios. Razones para esa negación existen muchas, y gran parte de ellas hacen comprensible un fenómeno social que está lejos de ser argentino y contemporáneo. Huelga enumerar casos similares alrededor del planeta y a lo largo de toda la historia de la humanidad.

Al margen de esta reflexión quedan otros sectores sociales, como los empresarios, los eclesiásticos o los propios integrantes de “las fuerzas del orden”. Su protagonismo en el peor capítulo de nuestra historia está probado con creces, y gran parte de ellos ya debieron mirar de frente a la Justicia para dar cuenta de sus actos y omisiones. Pero nuestra responsabilidad, la de los hombres y mujeres “comunes”, es abordada con escasez y superficialidad. No es que sea equiparable a la culpa de los represores y sus cómplices directos. De hecho, no hubo un plan organizado por individuos “de a pié” para el mutis y la aceptación; fue una conducta derivada de la imposición del miedo, un silencio microfísico que se volvió funcional en la medida en que se ancló hegemónicamente en el tejido social. El terror caló tanto en aquellos años que el mayor legitimador del silencio fue el temor extremo.

Pero es falso que se ignorara qué estaba pasando. Existían pruebas claras de la espantosa represión ilegal: desde la sangre en las puertas de casas vecinas, hasta los gritos a la medianoche; desde familias enteras que no estaban más, hasta señoras girando alrededor de la Pirámide de Mayo; desde niños que empezaban a vivir con sus tías, hasta una fachada de una casa en la que se leía “madre terrorista”. Que semejantes evidencias no generaran una mayoritaria rebeldía contra el régimen no se puede explicar por una improbable ignorancia. No sabíamos la dimensión del crimen, pero casi nadie desconocía su existencia. El único atenuante fue la propagación del miedo, que hizo posible que otros sufrieran para no tener que sufrir uno.

¿A cuento de qué?

Invita a reflexionar sobre aquel comportamiento social, esta nueva moda "hágalo usted mismo" de reventarle de un zurdazo la cabeza al punga y retirarse unos metros para apreciar cómo se desparraman en el asfalto la masa encefálica, la sangre y los dientes del amigo de lo ajeno. Como en toda ejecución, aparece el atrevido que ofrece su puntín y sus nudillos para descargar la furia singular y grupal contra el presunto delincuente, aparece la claque que le pone clima al linchador al grito de “¡Matalo, es una rata!”, y también el intelectual, que no se mancha las manos ni los mocasines, que no alienta como un tribunero, pero que mira de reojo y reflexiona “¿Y qué querés? Si la justicia es un desastre. Entran por una puerta y salen por la otra. Y encima la yegüa les da planes Trabajar para que se lo gasten en paco”. No falta el que filma la agonía del criminal desde un smartphone y corre a viralizarlo en un bar con WIFI, para que, gracias a la nueva y moderna tecnología, millones podamos apreciar cuánto más efectiva es la justicia por mano y pie propios. De paso, demasiados programas pelean rating con imágenes de Homicidas en Acción y arman debates para ver si está muy bien, algo bien, poco bien o nada bien que se actúe unos escalones por debajo de la racionalidad de una manada de hienas hambrientas.

La convalidación del odio y del castigo indebido fluye naturalmente entre millones sin necesidad de andar prendiendo hogueras ni corriendo a los presuntos criminales machete en mano. Si el método de ejecución exprés se extiende y deja un tendal de unos cientos de chorros menos, seguro que no habrá logrado reducir la delincuencia (que encontrará métodos recíprocamente efectivos para neutralizar linchamientos), pero sí se habrá saciado una parte del flujo violento que circula por las venas de varios compatriotas. Cómo dijo alguna vez Roberto Galán, “es bueno que el hombre se exprese”; lástima que lo haya hecho con la punta de sus zapatos y en la trompa de otro que debería haber sido detenido y enjuiciado.

En el saldo, algunas familias, seguramente de barrios pobres, habrán perdido a algunos de sus miembros, algunos ejecutores excedidos habrán sido excarcelados aduciendo emoción violenta y varios millones habrán leído, escuchado y reproducido que esa etapa hardcore fue consecuencia de una supuesta falta de respuesta estatal al problema de la inseguridad.

No hay en estas líneas ninguna voluntad de equiparar al delincuente molido a patadas por una turba de civiles homicidas en defensa de la propiedad privada, con aquel militante secuestrado, torturado y asesinado por una patota al servicio de una dictadura que vino a concentrar la riqueza y consagrar la desigualdad. Tienen en común ser víctimas de juicios sumarios e ilegales, mediante los que se avasallaron y avasallan derechos constitucionales; pero los distancian sus acciones, así como el por qué y el para qué de las mismas. Y, por supuesto, el tipo de verdugo. Aquellos militantes populares conjugaron su destino en plural; no buscaron salvarse individualmente; actuaron para transformar la sociedad en la que vivían, no el auto en el que se trasladaban, las zapatillas que calzaban o la casa que habitaban; quisieron un futuro próspero para millones y no sólo para sí mismos.

En cambio la sociedad… Ay, nosotros… Otra vez diremos que no supimos o que no pudimos hacer nada. “¿Qué querías, que me mataran a mí?”, se excusó uno. No explicaba por qué dejó pasar que su vecino milico de un día para otro tuvo un “hijo”. Se estaba justificando de no haber hecho nada para impedir que varios tarados mataran a patadas a un ladrón en su glamoroso Palermo.


La descontextualización es funcional con el crimen de la turba, mal llamada justiciera. Necesitamos convencernos de que no hay conexión entre dar vuelta la cabeza y el final del pibito con el cráneo partido junto al cordón. Que no hay vínculo entre las miles de horas televisadas de cámaras ocultas donde borrachines muelen a otro a la salida de un boliche y esa banda amorfa, resentida y bestial que descarga su furia contra un delincuente que se quiso hacer la tarde afanándole la mochila a un incauto. Necesitamos creernos que podemos pronunciar o escuchar algo así como “negro cabeza” o “negro de alma” o “negro de mierda”, sin que eso signifique ninguna discriminación hacia los pobres, los morochos y los mal escolarizados. Necesitamos sentir que si decidimos seguir caminando fue porque nos echaban del laburo y no porque nos pareció poco importante la vida de un salame al que agarraron afanando.

El cómplice de hoy no tiene miedo como aquel de la dictadura. O bien cree que la paliza brutal es necesaria y ejemplificadora, o entiende que el asesinato en masa del chorrito es un mal menor frente a un Estado que supuestamente no se ocupa.

La inseguridad no es el flagelo más grave que vive el país. Es un problema importante que se corrige con políticas públicas integrales y a largo plazo, como las que se pusieron en marcha en la última década. Mucho peor que los índices de robo u homicidio es la hipocresía extendida y arraigada en demasiados argentinos y argentinas; porque corre con rapidez por los túneles del sentido común y es condición para que la violencia se naturalice y reproduzca.

Una sociedad que, ante la chance de debatir con seriedad un Código Penal eficaz y coherente, elaborado por profesionales probos de diversos orígenes, se deja llevar de las narices por las mentiras marketineras de un dirigente oportunista, ata su suerte a las mismas rocas que en el pasado la hundieron en abismos espantosos. Así y todo, el derrotero electoralista del candidato conservador es apenas una anécdota en el mar de complicidades de demasiadas personas que, más tarde o más temprano, volverán a decir “no sabía nada”, “yo no fui”, “algo habrán hecho”.

Fuente: Agencia Paco Urondo
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ARGENTINA

LA POSICIÓN DE "COMUNICADORES DE LA ARGENTINA" (COMUNA)
Responsabilidad de los medios ante la violencia



> Comunicadores de la Argentina (COMUNA) alerta a los trabajadores y
> directivos de los medios de comunicación del país sobre la grave
> responsabilidad que tienen sus mensajes en la generación y repetición de
> actos delictivos que llegan hasta el homicidio, y que con gran negligencia
> son presentados y calificados como actos de "justicia por mano propia".
>
> Aunque los hechos de los últimos días tienen causas diversas y de gran
> complejidad, todo emisor sabe que la acumulación y repetición sin descanso
> de un puñado simplificado de consignas alimenta la intranquilidad y el
> temor de la población, y promueve la intolerancia y la propensión a violar
> la ley.
>
> Estos hechos están precedidos por la afirmación totalmente falsa, hecha por
> políticos de la oposición derechista y sus medios aliados, sobre que el
> país se encaminaba a una reforma del Código Penal que iba a eliminar o
> disminuir penas por actos delictivos y que iba a desembocar en una
> liberación generalizada de personas encarceladas.

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