miércoles, 13 de junio de 2012

Noche fría en Tucumán y la avenida Ejercito del Norte

Noche fría en Tucumán y la avenida Ejercito del Norte parece una vena atestada de luces y tránsito que va y que viene ignorante del porque tanta gente se agolpaba en la humilde casa de la Eugenia. ¿Por que lo ha hecho? ¿Le pasaba algo? ¿Cómo pasó? … y del otro lado la respuesta de Eugenia se plasmaba en los ojos grandes como buscando consuelo para toda la amargura que rumiaba y apretaba entre los dientes desde el mediodía cuando perdió a su Germán.

En la habitación, casi idéntica de los velorios de pobre, estaba él. Con su cuerpito tendido en un humilde cajón, cajón de pobre, y con trozos de su vida que poco a poco los ciento de amigos y de amigas que se fueron acercando durante todo el día le iban dejando, cigarrillos, monedas, banderas, anillos, remeras… trocitos de vida para este niño que al mediodía decidió echar su último alarido ante tanto desamparo, Germán grito fuerte, muy fuerte, un grito silencioso que hizo de su cuerpito gastado, para sus 15 años, el alarido salvaje de los otros tantos Germán que continuamos patiando el barrio mientras él emprende su camino en la Memoria.

Conocimos a Germán allá por el 2002 en nuestro Hogares Centro, junto a los cientos de niños y de niñas que apaleó el hambre y la crisis del 2000. Hizo ese tránsito que hacen los niños que poco a poco se transforman en nuestros hijos a los que abrazamos diariamente en la tibieza del Hogar Centro. La salida pícara se anticipaba en la sonrisa llena de dientes que contagiaba y transformaba en cómplice a cualquiera que se lo cruce. El mismo Germán de la asamblea de niños siempre rodeado de su ranchada con la que hacía su tránsito a la adolescencia y que le permitía caminar el barrio, conocer y reconocer un nuevo mundo. Nos llenaba el corazón este changuito, creciendo y creciendo, tomándose la vida a borbotones, llenando la calle de ritmo con el zurdo, en la murga o haciendo piruetas. El “Plan A” se instalaba en su historia como un sueño que poco a poco animaba la esperanza de romper la profecía del desamparo que campea en nuestros barrios.


Eran las 12:30 y el alarido se produjo, el Plan B se consumó, pero quedó ahogado en el ir y el venir del barrio que seguía su rutina. Nuestro Germán se fue, su luz se venía apagando en los últimos tiempos, daba muestra de confiar en que tal vez en alguna vuelta de la esquina le esperara ese gesto, ese abrazo, que se hiciera política pública, que se hiciera solidaridad con el poder suficiente de sacarlo de la telaraña de la narcoeconomia que lo tenía atrapado, todo estaba armado para que así no fuera y seguramente pasará a formar parte del número estadístico que describe la generación de inviables a los que no se puede llegar con un plan que los reconozca como hijos, como niños, como portadores no de futuro sino de Presente, crudo y urgente, presente que ahuyente los planes B que se instalan en el corazón de la cultura del desamparo, esa cultura que niega el abrazo tierno para aquellos que lo necesitamos.

Allí donde el silencio duele, se hace herida la pachorra pragmática, de los otros tiempos que muchas veces maneja la política, el Germán de nosotros y los otros germanes, tan lejos de los vaivenes del dólar Blue y del devenir bursátil, como de la tranza barrosa de la otra política siguen esperando el gesto humano del abrazo hecho política, la otra política, la que adquiera la capacidad de transformar la historia, desde adentro, desde abajo, no para el copete del titular de la prensa que seguramente ignorará el drama cotidiano de sobrevivir en contextos donde la vida se manifiesta vulnerable para tanto de nuestros niños y adolescentes que encuentran su única salida en el Plan B mientras resistimos al costado del camino. Mientras tanto, nos juntamos y contagiamos el calorcito de este invierno con las Eugenias, los Germanes, con aquellos y aquellas que no nos cansamos de intentar… de puro esperanzados que ese amanecer de cielos nuevos y tierras nuevas los hemos de parir aún para tristeza de unos cuantos porque su bienestar se vea amenazado por el nacer de un Plan donde quepan todos los planes, todas las vidas, todas las risas, todos los sueños, resistiéndonos a aceptar de migaja que nos dejan unos cuantos.

Esta mañana nos duele Germán y nos duelen aquellos y aquellas que pretendemos abrazar y a veces incluso animándonos a estirar un poquito más de donde nos dan los brazos. Nos duelen los gritos ahogados y silenciados. Hoy Germán nos duele en los ojos de esa inmensa procesión de niños, niñas, adolescentes que se acercan al velorio, silenciosos y desnudos de amparo al costado del cajón. Hoy Germán nos duele y la Avenida sigue su tránsito mecánico y las preguntas del ¿por qué? del ¿cómo? y del ¿cuando? No tienen más respuesta que el silencio y la bronca apretada entre los dientes.

Hoy 12 de Junio Germán nos duele, mientras la ciudad sigue su Plan… muchas flores y pocas coronas en el velorio de pobre, tan cerca del dolor y tan lejos de tantos funcionarios, con ausencia de coronas que tal vez actualiza la salida jocosa del otro Germán, el “turco” Abdala: “No me bancaría la corona de ningún hijo de puta”.

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