domingo, 24 de junio de 2012

Golpe de Estado en Paraguay: Varias causas y casi ningún azar


Paraguay: otro golpe gestado por el Imperio
por Carlos Aznárez
Director de "Resumen Latinoamericano"

Finalmente la derecha oligárquica paraguaya ha conseguido su objetivo: el presidente Lugo ha sido derrocado sin pena ni gloria. Sobre todo esto último. 
Este golpe palaciego, ejecutado en tiempo récord, no es sólo el producto de una maniobra de los sectores más retrógrados de la política local, firmemente anclados en las ideas de la dictadura stronissta, que gobernó el país durante 35 años y alargó su presencia en los gobiernos que le sucedieron, sino que aparece como el resultado de una estrategia ofensiva que el imperialismo norteamericano viene desarrollando en todo el continente.
¿Por qué decimos esto? Si por un momento observamos el mapa latinoamericano, y vemos las últimas iniciativas encaradas por el Comando Sur, al ir instalando bases en cada uno de los países que consideran claves para desarrollar sus tareas injerencistas, nos daremos cuenta que lo del Paraguay es la consecuencia lógica de un nuevo operativo de ocupación territorial. A los antiguos enclaves militares donde flamea la bandera norteamericana y se confunden instructores gringos con tropas del país que los acoge, se han ido sumando ahora la bases de "ayuda humanitaria" que abren el camino -con abiertas complicidades locales- a la presencia explícita o encubierta de los  invasores.
A esto se le suman los distintos reveses electorales a manos de la derecha que vienen produciéndose en varios países en los dos últimos años, como consecuencia de la reacción imperial frente al saludable ejercicio para los pueblos de haber instalado durante más de una década, por el voto directo, a gobiernos revolucionarios y progresistas. Pero si hoy sacamos la cuenta de cuántas de esas experiencias quedan en pie, nos sorprenderíamos. Ya gobierna la derecha en Chile, Paraguay, Panamá, Guatemala, Costa Rica, Honduras, Colombia y México, mientras se encuentran en un proceso de transición -por debilidad ideológica o por simple traición a sus postulados originales- Perú y El Salvador, cuyos mandatarios no dejan de halagar a Washington en detrimento de la alianza antiimperialista forjada en los países del ALBA.

Es en este marco entonces, que sobreviene el golpe en Paraguay. Pero aquí hay otro elemento que no puede dejar de mencionarse. Y es el papel que ha jugado el propio presidente Lugo. Por un lado, a la hora de gestar la alianza que lo llevó al Gobierno, quedaba claro que ésta se manifestaba en dos importantes sectores: por un lado el movimiento popular nutrido especialmente del combativo campesinado paraguayo, ese mismo que significó un dolor de cabeza para el dictador Stroessner y los latifundistas del Partido Colorado. En el otro andarivel de la misma coalición, estaba el centroderechista Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA). Un nucleamiento que en esencia sigue sosteniendo los postulados ideológicos de su casa matriz, los colorados stronisstas. Ellos precisamente colocaron en un sitio clave, la vicepresidencia, a Federico Franco, el Judas que ahora se ha hecho con el poder como consecuencia del golpe parlamentario, militar, judicial y eclesiástico.
Siempre se sostuvo, desde las filas del luguismo que esa coalición electoral era necesaria, porque si no resultaría imposible vencer a la oligarquía del Partido Colorado, el problema es que una vez en el gobierno, las concesiones se hicieron ostensiblemente inclinadas hacia ese sector. El propio Lugo, que cuando era Obispo en San Pedro, se había juramentado a conseguir la reforma agraria y otras reivindicaciones para "su pueblo campesino ", fue dándole lentamente la espalda a estas demandas. Más aún, no dudó en generar nuevos proyectos de ley para reprimir a quienes le cuestionaban sus promesas incumplidas.
Antes de llegar a la reciente masacre de Curuguaty, hubo numerosos y graves hechos de violencia estatal contra el campesinado, que después de un primer año de espera y frustración, se decidió a hacer lo que marca la historia del Paraguay contemporáneo: ocupar tierras para sobrevivir en un país donde el 20% de las familias agrarias de la oligarquía son dueñas del 80% del territorio.  Situación que se ha ido agravando por la falta de respuesta estatal ante la invasión que producen desde Brasil los pulpos sojeros (denominados "brasiguayos") que no dudaron en expulsar a los campesinos paraguayos de las pocas hectáreas que les pertenecían.
Para detener las demandas y protestas campesinas, Lugo se vio presionado a aceptar las recetas del Imperio, gestadas por la oligarquía colorada latifundista. Así fueron aprobadas la ley antiterrorista y la militarización del norte paraguayo, con la consiguiente detención arbitraria de cientos de campesinos, o la criminalización permanente de aquellos dirigentes históricos que exigían detener la represión. Para "capacitar" aún más a la policía paraguaya, Lugo se abrazó con su colega Uribe Vélez, y comenzó un trasiego de instructores del temible DAS colombiano, justamente en el momento en que los países del ALBA demandaban al gobierno colombiano por dar luz verde a nuevas bases norteamericanas en su territorio.
Lugo fue eligiendo, por debilidad o por falta de voluntad política, ejercer un mando muy condicionado. Si bien de fronteras para afuera parecía comulgar con el pensamiento rebelde de los países que enfrentan a diario al Imperio, en el quehacer local se enredaba constantemente en una telaraña que lo fue alejando de quienes más lo apoyaron.
Lo ocurrido en Curuguaty desbordó el vaso. La policía stronissta que Lugo no supo o no pudo depurar, montó un operativo represivo -como otros tantos, salvo que en éste se encontró con resistencia campesina- y el resultado fue una masacre. Frente a esos graves hechos, Lugo se preocupó más en calmar los reclamos del latifundista colorado Blas Riquelme y en dar los pésames por los policías muertos, que en consolar a los familiares de los once campesinos asesinados y en algunos casos, previamente torturados. Más aún, en declaraciones pronunciadas en las primeras horas, no dudó en criminalizar  a quienes ocupaban tierras -sabiendo que las mismas eran mal habidas- como resultado de demandas históricas nunca tenidas en cuenta. De los hechos de Curugaytí quedaron también numerosos detenidos, que también fueron torturados, y a los que ahora se los acusa de homicidio.
Si faltaba algo para demostrar que el ex presidente -el que legítimamente había sido elegido por los sectores populares- ya no gobernaba, vinieron las designaciones de un nuevo ministro del Interior y el jefe de policía, ambos comprometidos con la corrupción y la represión generada durante años por el partido Colorado.
Con todos estos ingredientes, y la decisión de sus aliados del PLRA de darle definitivamente la espalda, la caída de Lugo fue cuestión de horas. A pesar de ello, demostrando una vez más la nobleza del sufrido pueblo paraguayo, miles de campesinos cortaron rutas y se movilizaron hacia Asunción, rechazando el juicio político a un Presidente en el que ya no confiaban pero que preferían una y mil veces antes de que retornaran los herederos de Stroessner. Ante esa patriada de urgencia, Lugo vuelve a fallarle a su pueblo y literalmente se suicida. No resiste ni llama a resistir. Acepta mansamente,  al revés de lo que hizo su colega Zelaya, la resolución de los golpistas, con la excusa baladí de no violentar la justicia. Ni siquiera opta por jugar la carta posible, de amotinarse, sabiendo que contaba no sólo con el respaldo del pueblo en la calle sino que también lo favorecía  la unánime solidaridad de los gobiernos de la UNASUR.
Ahora que la suerte ya está echada y que Paraguay se ha convertido en una nueva Honduras, seguramente el campesinado y los trabajadores del Paraguay, habrán de sufrir las peores consecuencias de lo que se ha gestado, pero como lo han hecho a lo largo de décadas, están obligados a volcar toda su imaginación en nuevas fórmulas de resistencia. 
En Paraguay, el imperialismo ha vuelto a probarse a sí mismo lo fácil que le resulta derrocar un gobierno, y  deja la advertencia de que no cejará de intentarlo en otros países del continente. A la vez, estos hechos ofrecen varias consecuencias que es indispensable tomar en cuenta: 1) Las limitaciones de gobiernos que no se deciden a avanzar, de la mano de sus pueblos, en el enfrentamiento contra el Imperio (como bien lo han hecho Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, o como siempre ha demostrado Cuba socialista). En ese sentido, de poco sirven los coqueteos o licencias que se otorgan en el continente a las trasnacionales, que actúan como quinta columna de los intereses del capitalismo salvaje; 2) No es posible gobernar si no se depuran (o por lo menos se lo intenta) las instituciones centrales que durante años han respondido a la derecha oligárquica y pro-imperialista de cada país. Justicia, Fuerzas Armadas, Iglesia, Medios de comunicación, terminan siendo el acicate desde el cual se desestabilizan los procesos de cambio en el continente. Las experiencias paraguaya y hondureña son el mejor ejemplo de ello. 
3) De nada sirve, en la necesidad de llegar al poder, gestar alianzas contra natura. Tarde o temprano, esa posibilidad golpea como un boomerang en la cabeza de quienes la gestaron. 
En Paraguay empieza otra etapa, en la que la solidaridad latinoamericana -la popular y también la diplomática- no debe ceder en la idea de apoyar las demandas de los más humildes en su lucha por la tierra y contra el latifundio, en exigir el cese de la represión y el paramilitarismo, en reclamar la salida del país de los personeros imperialistas de la USAID y el cierre de la base yanqui en Mariscal Estigarribia. También es de suma urgencia en la actual coyuntura, conseguir, con la presión internacional,  la inmediata libertad de las y los presos políticos que desde hace años se hacinan en las cárceles del país, entre ellos los seis campesinos extraditados desde Argentina, a los que la injusticia paraguaya quiere condenar a prisión de por vida. Para ellos, en lo inmediato, se hace imprescindible solicitar que puedan ser visitados por organismos de Derechos Humanos para comprobar su estado de salud, porque no es para nada exagerado imaginarse que sobre sus cuerpos, se descargue todo el odio de la oligarquía paraguaya ahora en el Gobierno.

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Golpe de Estado en Paraguay: 
Varias causas y casi ningún azar

El golpe de Estado “democrático” que derrocó al presidente Lugo en Paraguay, obliga a hacernos ciertas reflexiones sobre el desarrollo de los procesos políticos de transformación en nuestra región.

“Batallando vengar la sabremos
O abrazo con ella expirar”
Paraguayos, república o muerte
 
(Himno Nacional)
Era en abril
El 20 de abril de 2008, la coalición política Alianza Patriótica para el Cambio obtuvo el 40% de los votos en la elección nacional, consagrando al ex Obispo Fernando Lugo Méndez a presidir la República del Paraguay.
Por primera vez en más de 60 años, un dirigente político que no pertenecía al Partido Colorado llegaba a ocupar el sillón más importante del Palacio de los López, sumando así un gobierno más al aluvión progresista que se había iniciado en 1998 con el ascenso de Hugo Chávez a la Presidencia de la República Boliviariana de Venezuela.
Caso particular el paraguayo, donde una alianza entre sectores de izquierda, campesinos, movimientos sociales urbanos y dirigentes e intelectuales progresistas impulsaban junto al Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) al ex Obispo que, con un discurso de fuerte contenido popular, reivindicando las históricas luchas y demandas de la sociedad de ese país, habían conseguido una importante adhesión popular.
El PLRA es quizás un fenómeno difícil de encontrar en otro país de América Latina. Pertenece a la élite política del Paraguay y reproduce las lógicas de cualquier partido tradicional -clientelismo, ascenso económico de una casta dirigencial, vínculos con el delito organizado y los grandes medios de comunicación-, pero no había tenido, hasta ese año 2008, la responsabilidad de ocupar un lugar en el gobierno nacional. El Partido Colorado -el otro partido tradicional- había monopolizado la conducción de los destinos del pueblo paraguayo, siendo durante el siglo pasado el sostén de la dictadura primero y después hegemonizando la transición a la limitada democracia post Stroessner,como ningún otro partido en los últimos años en la región.
La aparición en la arena política del “fenómeno” Lugo fue así la posibilidad de encontrar una ventana con pocas rejas por donde colarse en las salas desde donde se dirigía el país. La candidatura a vicepresidente de la nación, fue así ocupada por un liberal, el ex Gobernador del Departamento Central, Federico “Florero” Franco.
Aún así, Lugo intentó apoyarse en la heterogénea coalición de sectores progresistas que lo acompañaban, tanto discursiva como territorialmente. Los fuertes debates y divisiones al interior de esos sectores fueron una de las mayores dificultades para traducir electoralmente el objetivo político de Fernando Lugo.
A las elecciones presidenciales y parlamentarias de abril de 2008, una gran cantidad de papeletas lo llevaban como presidente, pero muy pocas de ellas pudieron obtener una representación parlamentaria que les permitiera acompañar legislativamente las políticas impulsadas por el futuro Poder Ejecutivo. Allí se creó el terreno fértil para el PLRA, que aprovechó el vacío luguista para llenar sus propios espacios legislativos.
Rápidamente, el PLRA comenzó a adoptar posiciones políticas distanciadas del gobierno de Lugo, esperando el momento oportuno para saltar a la oposición, posicionando distintas referencias políticas en la oposición, frenando desde sus puestos gubernamentales los intentos de avances del gobierno de Lugo, y aguardando agazapados para dar el tiro de gracia al gobierno, y ocupar el sillón presidencial con el vicepresidente Federico Franco. Ayer nomás.
Hasta dónde llegamos
Desde su asunción el 15 de agosto de 2008, el presidente Fernando Lugo se propuso aumentar su capital político -que había tenido muchas limitaciones para ser expresado en la actual composición parlamentaria- mediante 4 pilares en su gestión:
- Promover una Reforma Constitucional y política que refleje los cambios institucionales necesarios en el Paraguay.
- Impulsar y desarrollar una reforma agraria en todo el territorio.
-Renovar la dirigencia política y crear un fuerte movimiento político que sintetice el transversal apoyo popular que lo había llevado a la presidencia.
- Renegociar los acuerdos binacionales sobre la explotación de las represas hidroeléctricas de Itaipú (con Brasil) y Yaciretá (con Argentina) y sumarse al proceso de integración regional en curso.
Con importantes logros obtenidos en éste último punto, el gobierno paraguayo se apropió de una importante suma de recursos económicos que le permitió iniciar un incipiente pero sostenido proceso de distribución de la renta, mediante la creación y extensión de numerosas políticas sociales, destinadas en un primer momento a paliar la enorme crisis habitacional, alimentaria y sanitaria de numerosos poblados del interior paraguayo.
Los otros objetivos fueron a paso más lento, encontrando en las enormes extensiones de tierras productivas una fuerte resistencia de sus poco comprobables dueños, aliados de las corporaciones transnacionales, que habían aumentado sus enormes ingresos a partir de la consolidación del modelo extractivista de exportación sojera. El 2,5% de la población del Paraguay concentra más del 80% de las tierras de ese país. La instalación en la frontera de un poderoso sector empresario brasilero, conocido como los “Brasiguayos”, fue otro factor importante que le dificultó seriamente al gobierno de Lugo avanzar sobre la redistribución de la propiedad de la tierra.
En el terreno político, otro de los grandes desafíos del gobierno Lugo, la mayoría de los intentos no fueron traducidos en éxitos. El Partido Liberal fue un fuerte factor de presión al interior -aún estando casi siempre en el margen de afuera-, ocupando desde la estratégica vicepresidencia y la casi totalidad de la bancada legislativa “oficialista”, hasta los lugares más importantes en la gestión presidencial.
El Frente Guasú de reciente creación ha sido el último intento de nuclear a los sectores más importantes del progresismo y la izquierda local bajo una misma herramienta política (el Partido del Movimiento al Socialismo -PMAS- del ex ministro de Emergencia Nacional Camilo Soares; el Movimiento Popular Tekojojá del senador Sixto Pereira y el Parlamentario del Mercosur Ricardo Canese; y el Movimiento 20 de Abril del secretario presidencial Miguel López Perito, entre otros), para traducir electoralmente el amplio consenso y apoyo popular que aún mantiene Fernando Lugo. Con la bendición (nunca dicho de manera tan oportuna) del presidente Lugo, el Frente Guasú estaba hasta ayer en pleno proceso de debate y deliberación sobre las candidaturas para las elecciones presidenciales del año que viene.
La Reforma Constitucional, tan ansiada y promovida por aquellos que creían en la necesidad de dar un nuevo marco institucional que garantice y promueva los nuevos derechos, siempre estuvo estuvo un poquito más allá del horizonte. La reforma política, tan necesaria e imprescindible en la débil democracia paraguaya, encontró a sus principales opositores ocupando casi la totalidad de los escaños parlamentarios.
En el diario hablaban de tí
Entre los diario ABC color y Ultima Hora, la tirada diaria es de un promedio de 52.000 ejemplares, de un total de 55.000 ejemplares diarios, en los denominados diarios tradicionales.
Aldo Zucolillo, director del diario ABC Color, es un exitoso empresario paraguayo, gracias a sus vinculos con el ex dictador Alfredo Stroessner (uno de sus hermanos fue designado Embajador en Gran Bretaña en el año 1980, y uno de sus sobrinos se casó en 1974 con una de las hijas del dictador), y a su sociedad con el ex presidente Juan Carlos Wasmosy.
Desde las tapas de los conservadores periódicos que concentran casi la totalidad de las ventas diarias, el gobierno de Fernando Lugo y en particular algunos de los dirigentes y sectores políticos que lo acompañaban sufrieron una persecución permanente, instalando peyorativamente los conceptos de “gobierno bolivariano”, “socialismo paraguayo” o “dictadura chavista” para referirse al gobierno de Lugo.
Para muestra basta un botón; cuando en mayo de 2009, un conjunto de organizaciones juveniles latinoamericanas realizaron un encuentro para realizar trabajo voluntario, conocer el proceso político paraguayo y debatir sobre los desafíos para las juventudes de la región, ambos periódicos impusieron en sus tapas títulos como “Jóvenes de izquierda copan cuartel militar”, mientras en el Senado se postergaba la discusión sobre el Impuesto a la Renta Personal, que afectaba a cientos de empresarios que aún siguen sin pagar tributo alguno por sus rentas extraordinarias. 30 días después (sí, 30 días), al menos 15 notas periodísticas seguían indagando sobre el tema desde sus tribunas.
Quizás por casualidad, pero seguramente no, el pliego del pedido de juicio político aprobado en 45 minutos durante el día de ayer, empezaba cuestionando la realización de este encuentro de jóvenes.
Curuguaty expiatorio
El viernes 15 de junio pasado, en la localidad de Curuguaty, a 240 km de Asunción, fueron desalojados mediante una feroz represión un grupo de campesinos que ocupaban tierras en reclamo de la tantas veces postergada reforma agraria. El saldo fue trágico, 17 personas muertas -11 campesinos y 6 policías-, y al menos 100 heridos de bala. Las consecuencias políticas no tardaron en llegar; el presidente Lugo removió rápidamente al Ministro del Interior Carlos Filizzola -reemplazado por Rubén Candia, dirigente del opositor Partido Colorado- y al Jefe de Policía y ordenó inmediatamente abrir una exhaustiva investigación para determinar las causas de la tragedia.
Certeros y efectivos disparos en cuellos y cabezas fueron los que acabaron con las vidas de los 6 policías. Ninguno de ellos había salido de las viejas escopetas de caza encontradas a los campesinos.
Las tierras que fueron brutalmente desalojadas son propiedad de Blas Riquelme, que posee más de 70 mil hectáreas en esa localidad, obtenidas mediante oscuros procesos administrativos durante la última dictadura militar. Ex Senador colorado, hoy sus vínculos se extienden tanto al Partido Colorado como al Partido Liberal, a las cúpulas de la Policía y el Ejército paraguayo, y a la corporación sojera Monsanto.
Pocas dudas quedan hoy, a la luz de la destitución, de la existencia de un complot político y empresarial que se llevó puesto una decena de vidas paraguayas y un gobierno que fue primavera de cambios y transformaciones populares.
Agrandar el combo, 39 a 4
Ayer por la tarde, en un juicio político express, que duró lo mismo que agrandar el combo mediano en una cadena de comidas rápidas, fue destituido el presidente Fernando Lugo. Los votos que hicieron posible esa destitución fueron los del opositor Partido Colorado y del Partido Liberal Radical Auténtico, más otros partidos menores. Sólo 4 senadores defendieron el orden constitucional vigente, en una jornada tan grotesca como aplastante fuera la derrota del presidente Lugo.
Una masiva movilización popular de respaldo al presidente se concentró en las afueras del Parlamento, que fue desalojada con gases lacrimógenos y balas de goma ni bien se coronó la sentencia anunciada.
Tan rápido como el enjuiciamiento, en tan corto plazo como el tiempo en el que dejaron preparar la defensa al presidente (aún así histórica), tan pronto como la actualización de la biografía de Federico Franco en su cuenta de Twitter, se abortó el proceso de cambios iniciado hace ya larguísimos 4 años en Paraguay. Sólo faltaron las flores rojas para adornar la muerte anunciada.
Un derrotado Lugo, aceptó sorpresivamente el golpe, y conmovió negativamente al pueblo que estaba dispuesto a defenderlo y a defender la democracia. El frío invierno empieza en Paraguay.
Sur, paredón y después
El pueblo paraguayo tiene la heroica tradición y la firme voluntad de defender lo que le pertenece. Sobra decir que confiamos en la respuesta que el pueblo dará a la afrenta democrática consumada en las últimas horas.
En tanto, la región entera salió a mostrar su repudió, aunque faltaron muestras de una voluntad mayor, como se hiciera en Bolivia y Ecuador años atrás. La presencia de los presidentes y presidentas latinoamericanos en el Paraguay hubiera sido un factor de presión difícil de afrontar por la rosca política mafiosa que ya estaba festejando su complot en los pasillos presidenciales.
Ahora resta la presión comercial y diplomática, aplicar las cláusulas democráticas que expulsen al Paraguay de los instrumentos de integración regional, desde el Mercosur hasta la Celac, pasando por Unasur, frenar el comercio internacional (entre Argentina, Brasil y Uruguay -los otros tres países del Mercosur- se concentran el 69% de las exportaciones y el 53% de las importaciones) y exigir la restitución inmediata del presidente electo Fernando Lugo.
Este es el deber de la región, en Paraguay se pone de manifiesto si los avances producidos en los últimos años alcanzan para defender los procesos democráticos en curso, donde millones de latinoamericanos y latinoamericanas han pasado a ser los forjadores de sus propios destinos.
Eso tendría que pasar, eso esperamos.
Ariel Navarro

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